28 de enero de 2009

La séptima mujer


En el legendario Quai de Orfèvres, sede de la Policía Judicial de París, el comisario Nico Sirksy sufre más estrés del que su estómago puede aguantar. De vuelta de una visita a la atractiva doctora Carolina Darly, le informan de un macabro asesinato ocurrido ese mismo día, un lunes. La víctima, una profesora de historia, ha sido hallada muerta y atrozmente mutilada. Al día siguiente, la policía encuentra el cadáver de otra mujer, muerta en circunstancias similares. En el espejo del cuarto de baño el asesino ha dejado escrito con sangre: Siete días, siete mujeres… Comienza entonces una trepidante carrera contrarreloj.

Bien estructurado, con algún que otro suspense. Hay algo de amor entre el comisario y la doctora, aunque predominan los asesinatos que se llevan a cabo cada día. Sorprende cómo llevan el caso el personal de la policía judicial, descansan poco pues al final se descubrirá si la séptima víctima fallece o no. No puede ver el asesino a las mujeres rubias, sino que las prefiere morenas y casi con lo que resta de físico. E incluso,más adelante, para hacer daño a Nico Sirksy, escoge mujeres relacionadas con su entorno. Se descubre por qué éste apego a éstas mujeres.
Nos adelanta, cuando quedan más de cien páginas para finalizar el libro, quién pudiera ser el asesino, pero ¿será él?

25 de enero de 2009

El río de la vida


El río nacía en los picos de una formidable montaña y saltaba, embravecido, soltando brillantes gotitas que relucían al sol. Nada detenía su paso. Cuando un obstáculo se interponía en su camino, lo saltaba, lo atravesaba o lo bordeaba. Era valiente, osado, generoso y flexible.
Un día llegó a las cálidas arenas de un desierto y se lanzó a atravesarlo. Pero pronto se dio cuenta de que sus aguas desaparecerían en la arena, y se asustó. Aunque fue considerando las más diversas alternativas, no encontraba ninguna solución. Inmerso en sus dudas, oyó una voz que le decía:
- El viento cruza el desierto y también lo puede hacer el río.
- El viento puede volar y yo no- respondió.
- Si te lanzas con violencia, como has hecho hasta ahora, no conseguirás cruzar el desierto –dijo la voz-. Debes dejar que el viento te lleve a tu destino.
- Pero, ¿cómo me va a llevar?
- Debes consentir ser absorbido por el viento –afirmó la misteriosa voz.

Esta idea no era aceptable para el río. No quería perder su identidad y era demasiado arriesgado ponerse en manos de un viento desconocido.
- ¿Y si, cuando haya perdido mi forma, no puedo recuperarla de nuevo? – se angustió.
- El viento cumple su función –respondió la voz-. Eleva el agua, la transporta a su destino y la deja caer en forma de lluvia. Entonces, el agua vuelve a ser río.
- Pero, ¿no podría seguir siendo siempre el mismo que soy ahora?
- En ningún caso puedes permanecer igual. Tu esencia debe ser transportada para formar un nuevo río.

El río desconfiaba de la voz; podía perderlo todo si le hacía caso. Pero una vocecita interior le decía que fuera valiente y asumiera el riesgo. Entonces, en un formidable acto de confianza, elevó sus vapores en los acogedores brazos del viento, que los trasladó hasta la cima de una montaña lejana, donde los dejó caer. A medida que las gotas de agua caían y se volvían a reunir formando un riachuelo, algo parecido a la felicidad embargó al río. Y, de repente, lo comprendió todo:
- Mi esencia es el agua, sea en el estado que sea. Al transformarme, he podido continuar siendo yo mismo. De no haberlo hecho, me hubiera perdido.

Aplícate el cuento: relatos de ecología emocional, de Mercé Conangla y Jaume Soler.

“Este cuento plantea la importancia de ser flexible, pues no hay una sola respuesta a los retos de la vida. Es la confianza lo que nos da el valor que nos permite fluir y aprender.”

17 de enero de 2009

Sospechas sin concluir


Hay personas que conocen mi gusto por la lectura. Tengo una lista de libros guardada en el ordenador y a la cual sólo tengo acceso a la misma mediante una clave.
Adquiero los libros bien en librerías o por catálogo. Cuando es por esto último, viene a casa una persona identificándose en nombre de la empresa e incluso, semanas antes, anoto en la agenda los libros que he pedido. Pero llevo sin pedir libros desde hace dos meses.
Ayer ocurrió algo diferente. Llamaron a la puerta por la tarde, ojeé en la mirilla y abrí. Se trataba de un señor que trabajaba para una empresa de mensajería. Dijo mi nombre y apellidos, asentí y añadió que traía algo para mí. Respondí que no había pedido nada, a lo que dijo que era un envío a mi nombre. Mientras firmaba en la hoja, me di cuenta que mis datos personales eran correctos, así como la dirección.
Al cerrar la puerta, abrí el sobre y se trataba de un libro. Tengo la primera parte, pero no esperaba la segunda. Se trataba de “La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina” de Stieg Larsson.
Lo primero que pensé es si podría tratarse de alguien que lo cargase a mi cuenta, aunque el repartidor venía convencido de a quién tenía que entregar el sobre. Comprobé los movimientos de mi cuenta corriente y todo estaba correcto.
Queda por pensar de quién se trata. Las sospechas no concluyen. Me recuerda a que hace unos años me sucedió lo mismo, pero con un juego de maletas y aún no sé quien me las regaló. Me puede la inquietud con la finalidad de dar las gracias a la persona que haya hecho esto.



He estado muy atareada, y sigo estándolo. Algunas tareas se solventaron y otras no. Perdonadme por no poder opinar ni leer todo lo que deseo en vuestros blogs.
Un saludo.