Recibí un correo en el que hace poco, en un periódico digital, había publicado una clasificación que se llevó a cabo por un internauta que observó a la gente rara que va al ciber.
El pornográfico: Va al cíber sin pudor o intento de demostrar respeto por sí mismo y se pone a ver vídeos porno frente a un mar de personas desconocidas.
El de Counter Strike: Está todo el rato gritando: “Mira el arma que he comprado”. Suelen estar ciegos, con ojos rojos por las largas horas que su madre le ruega que pase en el cíber para no verlo.
El ejecutivo: Llega trajeado y con mirada soberbia. Quiere hacer creer que es un magnate. Pasa horas viendo productos de alta tecnología que jamás podrá comprar.
El estudiante: Es un clásico en las inmediaciones de cualquier facultad pública: llega cargado de apuntes y está tan acostumbrado al cíber que se comporta como si se tratase de su propio hogar. Despliega cuadernos, papeles y libros y es capaz de estar horas instalado en ese antro.
El que tiene parientes en el extranjero: No conoce el significado de las palabras vergüenza y pornografía. Con un descaro absoluto pide una máquina con cámara, auriculares y Skype y se dedica a hablar tan alto como le sea posible, molestando lo más posible al resto.
El turista: El mochilero se instala en cualquier bar a disfrutar del Wi-Fi, o recurre al locutorio en busca de soluciones a todos y cada uno de sus problemas. La mayoría de las veces carga con una mochila de 150 kilos con la que obstruye el paso de todo el mundo y anota teléfonos de hoteles en su sucio cuaderno de viaje.
El viejo renegado: Odia el ordenador más que nada en el mundo y se empeña en culpar a la tecnología por su incapacidad de adaptarse a los nuevos medios, por más que éstos estén preparados para ser manejados con destreza por un niño de 3 años. No sabe abrir páginas, no controla el ratón, olvida la contraseña y se dedica a pedir ayuda a todo el que esté a su lado.
La vieja de los correos en cadena: Cuando una persona normal encuentra en su buzón de correo electrónico una de esas cadenas de mensajes que contienen presentaciones en PowerPoint con títulos tales como “La vida vale la pena” o “No estás solo, Jesús te ama”, suele tener dos reacciones inmediatas: bloquear al emisor de dicho mensaje o preguntarse quién es el oligofrénico que comienza la plaga.
El obsesivo-compulsivo: Típico habitual del cíber, y que es capaz de ir al citado local dos o tres veces en un mismo día. Chequea correos frenéticamente, chatea como un adolescente en celo y es asiduo visitante de bitácoras de variada especie, en las que aprovecha para comenzar todas las tonterías que se le pasan por la cabeza.
El que atiende: Es el rey del lugar. Manda demasiado: tortura a los usuarios con música horrible, se acerca a cuanta fémina cruce por la puerta, abusa del Messenguer y recibe constantemente las visitas de las lacras inoperantes que tiene de amigos.
En mi vida he estado dos veces en un cibercafé –fue antes de adquirir el ordenador portátil- y era para consultar mi correo e insertar curriculums, pues me encontraba buscando empleo. Me resultó bastante graciosa la última –el que atiende- porque no me gustaba la música que ponía en el local y no le vi acercarse a mujeres porque su novia se encontraba a su vera, ya que continuamente estaban dándose besos bastantes sonoros.
El pornográfico: Va al cíber sin pudor o intento de demostrar respeto por sí mismo y se pone a ver vídeos porno frente a un mar de personas desconocidas.
El de Counter Strike: Está todo el rato gritando: “Mira el arma que he comprado”. Suelen estar ciegos, con ojos rojos por las largas horas que su madre le ruega que pase en el cíber para no verlo.
El ejecutivo: Llega trajeado y con mirada soberbia. Quiere hacer creer que es un magnate. Pasa horas viendo productos de alta tecnología que jamás podrá comprar.
El estudiante: Es un clásico en las inmediaciones de cualquier facultad pública: llega cargado de apuntes y está tan acostumbrado al cíber que se comporta como si se tratase de su propio hogar. Despliega cuadernos, papeles y libros y es capaz de estar horas instalado en ese antro.
El que tiene parientes en el extranjero: No conoce el significado de las palabras vergüenza y pornografía. Con un descaro absoluto pide una máquina con cámara, auriculares y Skype y se dedica a hablar tan alto como le sea posible, molestando lo más posible al resto.
El turista: El mochilero se instala en cualquier bar a disfrutar del Wi-Fi, o recurre al locutorio en busca de soluciones a todos y cada uno de sus problemas. La mayoría de las veces carga con una mochila de 150 kilos con la que obstruye el paso de todo el mundo y anota teléfonos de hoteles en su sucio cuaderno de viaje.
El viejo renegado: Odia el ordenador más que nada en el mundo y se empeña en culpar a la tecnología por su incapacidad de adaptarse a los nuevos medios, por más que éstos estén preparados para ser manejados con destreza por un niño de 3 años. No sabe abrir páginas, no controla el ratón, olvida la contraseña y se dedica a pedir ayuda a todo el que esté a su lado.
La vieja de los correos en cadena: Cuando una persona normal encuentra en su buzón de correo electrónico una de esas cadenas de mensajes que contienen presentaciones en PowerPoint con títulos tales como “La vida vale la pena” o “No estás solo, Jesús te ama”, suele tener dos reacciones inmediatas: bloquear al emisor de dicho mensaje o preguntarse quién es el oligofrénico que comienza la plaga.
El obsesivo-compulsivo: Típico habitual del cíber, y que es capaz de ir al citado local dos o tres veces en un mismo día. Chequea correos frenéticamente, chatea como un adolescente en celo y es asiduo visitante de bitácoras de variada especie, en las que aprovecha para comenzar todas las tonterías que se le pasan por la cabeza.
El que atiende: Es el rey del lugar. Manda demasiado: tortura a los usuarios con música horrible, se acerca a cuanta fémina cruce por la puerta, abusa del Messenguer y recibe constantemente las visitas de las lacras inoperantes que tiene de amigos.
En mi vida he estado dos veces en un cibercafé –fue antes de adquirir el ordenador portátil- y era para consultar mi correo e insertar curriculums, pues me encontraba buscando empleo. Me resultó bastante graciosa la última –el que atiende- porque no me gustaba la música que ponía en el local y no le vi acercarse a mujeres porque su novia se encontraba a su vera, ya que continuamente estaban dándose besos bastantes sonoros.
9 comentarios:
Yo tb estuve yendo a un ciber hasta que me dio por comprarme el pc y poner ADSL en mi casa.
Y tb iba a lo mismo que tú: a ver el correo y las ofertas de empleo.
Y sí, existen todos esos especímenes allí dentro.
El que recuerdo fue el que has dicho que tiene parientes en el extranjero. Unas voces que daba el tío hablando con los auriculares puestos... Y si se sentaba a mi lado, pa qué contarte... Uff.
Muy bueno el post, Tejedora.
Muchos besos.
Curiosa y muy instructiva la entrada. Yo estuve una vez en un cibercafé y fue con motivo de descargarme el temario para el examen que me proporcionó el mejor empleo de mi vida. (o sea, que valió la pena). Debo decir que por aquel entonces yo era "la negada que no se adapta a las tecnologías" y tuve que pedir ayuda "al que atiende" para entrar en internet. Desde entonces han cambiado mucho las cosas. No soy nada del otro mundo, pero me defiendo, y si algo despierta mi curiosidad (cosa que sucede constantemente) me lanzo en picado hasta dominarlo. Tengo mi propio portátil (el mejor regalo de reyes de adulta que he tenido) y hasta tengo ¡un blog! ¡Quien lo hubiera dicho hace tres años! ¡Cuántas vueltas da la vida!
Besitos ratoniles.
Si no recuerdo mal, hará como 7 años que no piso un ciber, quizás más. Solía ir algún sábado a ver el correo y algunas páginas para consultas. Recuerdo a un hombre que siempre ocupaba la misma mesa, con su cigarro y su cubata. Tenía el ordenador de espaldas a todos, por lo que nunca pude saber qué demonios estaría haciendo,pertenecería quizás a..el pornográfico, o el obsesivo-complulsivo...
Lourdes: Imagino al extranjero y me pongo a reír en éstos momentos. ¡Qué incomodidad! ¿no?
Muchos besos.
Ayla: De algunos de los currículums que inserté en el ciber conseguí empleo por aquel entonces. Como tú, me defiendo en la medida de lo posible. ¿Recuerdas cuando pregunté cómo poner tu premio en el blog y me lo dijiste?
Por otro lado me alegro de tener mi portátil, fue un capricho que me concedí y hacía falta. Cierto es, la vida da demasiadas vueltas.
Besos ratoniles ;)
Lunaria: Si el ordenador estaba de espalda a los demás podría deberse a lo que bien dices. Ya ves… nos podemos encontrar de todo.
Besos.
Hay gente para todo, yo nunca he estado en un ciber café. Un beso
Mis inicios sí son de cibercafe y me pasaba horas y horas, pero en vez de con los blogs, con los chats
eso de la vieja de las cadenas me ha hecho sonreír
s
Yo tambien he estado pocas veces en un ciber más que nada si se me iba la linea en casa y por mirar el correo y poco más..Yo me he encontrado más que nada al tipico jugador de counter strike pero como cada uno iba a la suya no había problema..
besos
Toñi. Es cierto, tanto que nos llevamos las manos a la cabeza.
Un beso.
Rampi: Si se puede ir por cualquier motivo, siempre que se use el ordenador. ¡¡Qué tiempos los de los chats!! –aunque sigan- .
Un beso.
Amor: Gracias por tu visita. Cada uno tiene su peculiaridad.
Un beso.
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