23 de marzo de 2009

Edades (I)


Nacimiento: primavera de hace treinta y pocos años


-Por favor, necesito que alguien me ayude a trasladar a mi esposa desde el coche hacia aquí – dijo José impaciente y nervioso en recepción, pues su mujer se encontraba de parto en el interior del coche, justamente frente a la clínica.
Le acompañaron dos enfermeros que portaban una camilla. Carmen esperaba, gritando de dolor. Había roto aguas. Los tres la subieron a la camilla, camino hacia la clínica. En el zaguán se encontraron con el ginecólogo que atendía a Carmen durante el embarazo; le recriminó a ésta por qué había esperado tanto pues la cabeza del futuro bebé ya se encontraba fuera.
-Don Miguel: en cuanto sentí las contracciones hemos venido hacia aquí, mi marido y yo. Sabe que con nuestra hija mayor estuvo a punto de ocurrir lo mismo.
Seguidamente la llevaron a la sala de parto los enfermeros y el ginecólogo. José conocía el camino hacia la sala de espera, no le gustaba asistir a los partos, de esto habló hace tiempo con su esposa.
El parto transcurrió con normalidad. Carmen se interesó, tras nacer su hija si ésta se encontraba sana. El sexo del bebé no le importó, debido a que en sus revisiones ginecológicas aún no era posible predecirlo.

Quince minutos después la enfermera informó a José de que pasase a la habitación donde se encontraba su mujer junto a su hija.
Los llantos de Ana –así habían decidido su nombre si se tratara de una niña- recibieron a su padre, pues no paraba de llorar desde que comenzó a nacer. Tras besar a su esposa, ésta exclamó:
-Mira qué niña tan preciosa y tan sana.
-¿Otra niña?
-¿Y qué? Bienvenida sea.

José salió de la habitación para llamar desde un teléfono público a sus padres y comunicarles la noticia. Su madre atendió la llamada y no acogió bien la noticia. José había sido educado en un ambiente demasiado machista y para su madre y hermanos era fundamental la perpetuidad del apellido.

Durante el día y medio en que Carmen estuvo en la clínica a la espera de tener la orden de alta, José no cogía a su hija en brazos ni la besaba, aunque a Carmen esta situación le fuera repetitiva tras el nacimiento de su primera hija, al igual que la ausencia de visitas por parte de la familia de su marido. Sí hubo visitas de sus padres, hermanos, cuñadas,... y hasta la hermana mayor de Ana que acogió muy bien tener compañera de juegos, porque le ofrecía muchos cariños.


Veintisiete días después

Ana fue bautizada en la parroquia de su pueblo. El evento fue comunitario, pues el sacerdote, para no celebrar tantos bautizos durante el mes, en un solo día bautizaba a los niños nacidos durante el transcurso del mes o finales del anterior. Fue la protagonista, ya que todos los niños estaban callados, salvo ella que lloraba demasiado; el sacerdote en vez de sentirse molesto por sus lloros, tuvo un ataque de risa.
Acudieron sus abuelos y familiares maternos; de nuevo, y por segunda vez consecutiva, no lo hicieron los paternos.

8 comentarios:

Esther dijo...

Pues el padre y su familia se pierden de disfrutar de dos niñas preciosas, ya se arrepentirían con el tiempo.. besos

Lunaria dijo...

Una historia agridulce. Un nacimiento siempre es motivo de alegría, pero en este caso no fue así.
Me da hasta lástima la poca mentalidad de algunas personas.
Buena semana Tejedora.

Carmen dijo...

A una amiga le pasó algo parecido... menos mal que con el tiempo todo cambió.
¿Es que acaso no es su hija sangre de su sangre?... no lo entiendo.

Un besito y feliz día

Ana dijo...

Que bonita historia...Espero esa segunda parte.
Muchos besos

Lourdes dijo...

Pues ellos se lo pierden...
Yo creo que la niña llora tanto porque sabe (siente, intuye...) que el padre y la familia de él no la aceptan de buena gana.
Si es que, hasta recién nacidas, las niñas son la caña de inteligentes, leche!

No veo el momento de leer la segunda parte, Tejedora.

Muchos besos.

Rosa Cáceres dijo...

Conmovedora historia. Me ha dado qué pensar.
Hoy precisamente hablaba yo del romance de la doncella guerrera "si reventaras coindesa/ por medio del corazón/ que me diste siete hijas/ y entre ellas ningún varón".
También me ha encantado el gatito que has puesto a la izquierda.

Cristinaa dijo...

Él se lo pierde... no se puede/podía elegir el sexo de los hijos, pero no es que sea una cosa importante, que salga lo que tenga que salir y ya está, si es niño tendrá unas virtudes y si es niña otras, ¿qué más da?
Espero la siguiente parte
Un beso

tejedora dijo...

Muchos coincidís en la desilusión del padre al ver que el segundo nacimiento se trataba también de una niña, siendo sangre de su sangre. Tal y como escribí se crió en un ambiente machista. En la continuación se verá si dicho ambiente es irreversible o no.
Lourdes: ¿me queda la incertidumbre en por qué no ves el momento de leer la segunda parte? Si puedes, agradecería me aclararas esto. Me has dejado con la intriga. Ya ves que Ana no cesa en llorar; veremos lo que ocurre y se desvelará aquello que crees.
Rosa: Parece que nos hemos puesto de acuerdo: tú con el romance y yo con esta historia.
Esos gatos que citas son “para comérselos”. Ya pondré fotos de mis mascotas. El gusto hacia estos animales es recíproco.
Tendréis la segunda parte dentro de poco.

Muchas gracias por vuestros comentarios y un saludo.