28 de marzo de 2010

Semana Santa


I


Parece que es la hora, y no es la hora.

Parece que está todo... y algo falta.

Parece que la alcanzo y es más alta.

Parece que se acerca, y se evapora.



Parece que amanece, y es la aurora.

Parece que es su voz, me sobresalta,

y siento que algo huye, algo salta

como una luz esquiva y brincadora.



Pero sigo esperando, que a mi modo,

en ese hueco de esperarla, todo

me sabe a la alegría del reencuentro.



Si en mi pulso ya late su latido,

¿qué será cuando, al ver que ya ha venido,

la semana de Dios me suene dentro?



II


Parece que ya estamos y no estamos.

Parece que es el día y no es el día.

Parece que traía y nos traía

un domingo de palmas y de ramos



y todavía el día no alcanzamos,

aunque nos parecía que venía,

aunque al mirar al lejos parecía...

Y por esa esperanza la esperamos.



Parece que la tengo, y no la tengo,

parece que en la mano la sostengo

pero en la mano yo no la dispongo.



¿Qué será cuando al fin se manifieste

estrenando una túnica celeste

y vista de celestes el domingo?



III


Parecía que nunca volvería.

Parecía que ya no se acordaba.

Parecía que el tiempo la alejaba

y que en el tiempo mismo se perdía.



Parecía que no nos conocía.

Parecía que ya nos olvidaba.

Parecía que poco le importaba

volver al mismo nido... Parecía.



Pero mirad al sol haciendo guiños

en los ojos sagrados de los niños,

donde se purifica la mañana...



Esperad, mis impacientes paisanos:

para tocar el cielo con las manos

nos falta solamente una semana.



***



Prefiero su cercanía,

siempre distinta y tan suya,

con el callado aleluya

que lleva cruzando el día.

Y va por donde solía,

tan yente como viniente,

y nota que de repente

el tiempo se le eterniza

en una cruz de ceniza

en el centro de la frente.



Miradla, diosa dormida

navegando por su sueño,

despreocupado, sin dueño,

pero con rumbo a la vida.

Miradla. Parece ida,

y se está haciendo adjetivo

siempre renovado y vivo

por el que la idolatramos.

Eterno estreno por Ramos

llevará por el olivo.




Texto: Antonio García Barbeito.- El tiempo de la luz.

Pregón de la Semana Santa de Sevilla 2010

Fotografía: tejedora

20 de marzo de 2010

El violinista de Mauthausen


En París, una pareja está a punto de casarse en la primavera de 1940, pero la Wehrmacht invade Francia y él, republicano español exiliado, es detenido por la Gestapo y enviado al campo de exterminio de Mauthausen. Ella colaborará con los servicios secretos aliados, dispuesta a cualquier cosa para salvar la vida de su prometido. Entre ellos, un ingeniero alemán que ha renunciado a su trabajo en Berlín para no colaborar con los nazis, se dedica a recorrer Europa con un violón bajo el brazo. Muy pronto, las vidas de los tres se entrelazarán para siempre. El violinista de Mauthausen es su historia.


A Andrés Pérez Domínguez, le surgió la idea para escribir esta novela cuando se encontraba en Viena, una mañana temprano en una estación de metro y vio a una pareja joven bailando un vals en el andén, sin música, ajenos a todo lo que ocurriera y como si no estuviesen allí. Finalmente, se le ocurrió que esta pareja estaría en París, en los jardines de Luxemburgo, concretamente en la primavera de 1940, cuando los alemanes invaden Francia. Él (Rubén Castro) es un republicano español exiliado, ella (Anna Cavour) es francesa. Están a punto de contraer matrimonio, pero a él (por sus ideales políticos), se lo llevan preso al campo de Mauthausen.
Seguidamente, aparecen dos personajes principales más. Robert Bishop –agente norteamericano de la OSS y que necesita de la ayuda de Anna para convertirá en espía, a cambio de ofrecerle información sobre Rubén- y Franz Müller –berlinés y bohemio, que deja de trabajar como ingeniero aeronáutico para no estar vinculado al régimen nazi, y se refugia en su violín-.

Hay tres clases de campos de concentración: de primera, segunda y tercera categoría. Mauthausen era de tercera (aquellos destinados a presos no recuperables y que tan sólo podrían salir por la chimenea del horno crematorio).
Ciento ochenta y seis escalones conducen a una cantera y, se dice, que en cada peldaño hay sangre de un republicano español.

Esta novela me ha colmado de momentos angustiosos e inquietantes, como el viaje en un tren de ganado de los presos, sin beber ni comer, salvo cuando salían del mismo a beber agua de un charco, la espeluznante muerte de Santiago, preso valenciano y amigo de Rubén, y por último, cuando el hijo de un oficial de la SS, recibió como regalo de cumpleaños una pistola y la escena trágica que quiso cometer con este artilugio.

La música juega un papel fundamental, pues el vals que interpreta Fran Müller, salva a Rubén de la muerte (el sonido le deriva al pasado, y el recuerdo hace acto de presencia).

Me produce asombro, cuando Rubén Castro abandona el campo de concentración, tras cuatro años, cinco meses y seis días, muy delgado, con el pelo canoso y se siente muerto –aunque se encontrase entre los supervivientes- mientras que otros compañeros perecieron.

El violinista de Mauthausen está lleno de amor, pasión, drama, traición, crueldad y, también, sirve de homenaje a los que padecieron el Holocausto. He disfrutado leyéndola.
Tras leer El síndrome de Mowgli y finalizar El violinista de Mauthausen, pude comprobar que el final también es abierto. Es una de las características del autor, y personalmente creo que este tipo de finales, ayudan al lector a crear su propio final.

12 de marzo de 2010

La "e" minúscula está de luto


Ocupaba el sillón de esta letra en la Real Academia Española y que merecidamente le otorgaron el 25 de mayo de 1975, Cuando pronuncio su discurso titulado "El sentido del progreso en mi obra".


Era y Seguirá Siendo para mi, uno de los novelistas más importantes del siglo XX. Comencé a iniciarme en sus obras en la escuela, Cuando la profesora de literatura nos recomendo leer "El Camino" (1950), por Tener un estilo narrativo directo y fresco, y que revela las andanzas de tres niños: Daniel el Mochuelo, El Roque Moñigo y Germán el Tiñoso. Mi padre, tras acabarlos de leer, me ofreció "Los santos inocentes" (1982)-donde permanecen entre mis recuerdos las figuras de Paco el Bajo y el "inocente" Azarías, con su "milana bonita". Recreaba días de cacerías naturalezas y con sutileza y concluí, al terminar de leerla, que es una novela del Sometimiento y la humillación de los perdedores, que se érigé, al mismo tiempo, en un alegato contra Los Poderosos ya favor de los desheredados, y "El hereje" (1998), que dedico a la ciudad que le retuvo, Valladolid, y que quedó transportada siglos más atrás, en la época de Carlos I.

Anoche, Cuando supe que su hija Comunico A LOS MEDIOS DE informativos Qué estaba enfermo y que muy bien Probablemente todo Sería Cuestión de horas o pocos días, pensé, Cuando las manos de la muerte Estaban un Escasos centímetros de las suyas, si estaria reflexionando sobre Aquella frase que escribió:



"Al palpar la cercanía de la muerte, vuelves los ojos a y el interior tu no encuentras más que banalidad, Porque los vivos, comparados con los muertos, resultamos insoportablemente banales".
Descanse en paz, que los que le conocemos Mediante sus obras, le seguiremos recordando.

"La novela es un intento de exploración del corazón humano a partir de una idea que es casi siempre la misma contada con diferente entorno". Miguel Delibes.


4 de marzo de 2010

La paz del comercio


"¡Cada día que pasas por aquí traer cosas más caras, Otto!". Eso es lo que le decían las mujeres que Salia de sus casas Cuando Otto, veterano de guerra y Lisiado tal vez, por una mina Escondida, detenía su camión y daba cuatro o cinco bocinazos. La verdad es que lo más nuevo que Llevaba el bueno de Otto en su camión no eran las mercancías entre China y los billetes de banco, Porque ya no había Bastantes ceros Para cubrir la Inflación y cada mes La Fábrica de la Moneda se dedicaba un imprimir nuevos billetes Con la efigie de ilustres patriotas con bigotes.
Pero eso era de La Paz, al fin y al cabo. La paz no es otra cosa que comprar y vender y protestar si las cosas son caras y hablar con el tendero y encargar todo aquello que nos Hará falta para al futuro. Pero el futuro no siempre Responde a lo que esperamos.

Otto dejaba el camión frente al almacén y al día siguiente ya lo encontraba cargado para volver a hacer la ruta habitual. La gente le Pedía cosas ordinarias y de pronto aparecían en la caja del camión cosas realmente extraordinarias. Sus clientes le pedían platos de loza, pero en la alacena de los platos sólo había escudillas de campaña. De Las mujeres de los pueblos le hacian encargos de ropas finas, pero ya sólo le quedaban camisas de color pardo y abrigos densos para abrazar sobre el frío. Los cazadores le pedían Munición para acabar con los zorros, pero siempre encontraba Otto extrañas cargas de pistolas y fusiles militares de asalto. "Cosas de los jóvenes", Pensaba. Al fin y al cabo, El sobreviviente de la batalla del Somme y de Verdun, Sabia Que El Mundo No Puede resistir muchas guerras seguidas y su camión que era el símbolo de la Paz del Comercio, Porque Mientras haya gente que quiera comprar y que gente quiera vender, la civilización acabará sosteniéndose.

Un día, a la salida del almacén, un guardia de los nuevos le advirtió de que un Otto ya no podia vender una cualquiera y que si se le acercaba un cliente con un Brazal con la estrella de David debía negarse a darle Ningún tipo de mercancía por más billetes de Marcos que le ofreciera. MESES DESPUES le advirtieron que su camión Estaba en muy buen estado Cualquier día y que se le acabaría el negocio y Debería Transitar por otras rutas. Así fue como Otto Tuvo que dejar de Acudir habitual al almacén y cargar su camión en un almacén del Ejército. Y así tambien como en vez de ir hacia el Oeste le mandaron al este Porque su patria Estaba a punto de invadir Polonia y los soldados necesitaban Avituallamiento de confianza, y ¡quién mejor que un veterano de la I Guerra Mundial para dar confianza A LOS jóvenes soldados del Reich!

En cualquier caso, Otto no se separo del camión ni en las condiciones más duras. Sobre la caja de aquel camión generales ya llevo un Condenados a muerte. Sus ruedas pisaron el barro de la estepa rusa y las arenas del norte de África. Ya en la retirada de todas las Retiradas Volvió a circular por las carreteras desiertas de la derrota. Y allí se encontró con Algunas de sus antiguas clientas de cuando la paz Parecía posible. Se detuvo en el pueblo de siempre, dio cinco o seis bocinazos, salieron las mujeres de menos siempre con hijos y con menos maridos, Fueron A sus huertos y Le Dieron un Otto sus Cosechas para que fuera por ahí un venderlas Cuando llegara, por fin , la verdadera paz.

Texto: Joan Barril