14 de febrero de 2010

Tarta por San Valentín y algún recuerdo más



Ayer, en la pescadería del supermercado, tras coger número y esperar a que llegara mi turno, me di cuenta de repente, entre las personas que se encontraban en la misma situación que yo, a Luis, un profesor que tuve en uno de mis años de instituto –quién lo diría, pues el año que viene, se cumplen veinte años en que comencé-. Nuestras miradas se cruzaron cuando le vi y asocié en menos de un segundo de quién se trataba; retiré la mirada, aunque creo que el sí supo quién era, después de tantos años. De repente, quizás por la música de fondo del establecimiento, –muy acorde con San Valentín- y porque muchos esperábamos que la dependienta pulsase el botón que cambia el número que aparece en la pantalla y, posteriormente dijera el número que se refleja en la misma, empecé a recordar cuando él fue mi profesor y algo que mucho tuvo que ver con la fecha de hoy.

En aquellos años, Luis, que impartía clases de Contabilidad, era un hombre que se cuidaba bastante bien, aunque algunas veces se dejaba barba de dos días y esto le resultaba atrayente a muchas alumnas, excepto a Margarita y a mí. A principios de curso, al no conocer a nadie, iba sola desde casa hasta el instituto; conforme pasaban los días, se crearon varios grupos en clase y había una chica, Eva, que vivía cerca de mi casa y, como pasaba por ella, le pedí que, por favor, se llegara para recogerme e ir juntas. Así lo hicimos y, cada mañana, en nuestro caminar, pasaba por nuestro lado Luis con una moto que me dejaba sin palabras. Eva suspiraba por Luis y le dedicaba piropos mientras le veíamos desde la lejanía, y yo le decía que lo mejor era su moto, de marca
Honda. Desde el principio, el profesor era muy creído, chulo y le gustaba hacer bromas para que se las riéramos y Margarita y yo no le hacíamos caso.
A Margarita y a mí, quien nos gustaba era el profesor de Informática. Se llamaba Fernando. Este era muy alegre, simpático y bondadoso, aunque comprendiésemos que cuando tenía que dar un toque de atención si la clase estaba alborotada, lo hacía. En lo único que siempre me percaté es que un zapato lo llevaba roto; inclusive pensaba si se había dado cuenta y cuándo traería unos zapatos nuevos. Finalmente los trajo, aunque mucho hubo que esperar. En el descanso entre el final de una clase y el comienzo de la clase de Informática, Margarita y yo nos íbamos al baño para ponernos pintalabios, recuerdo que este era de un color natural, inclusive a veces añadíamos brillo labial.
La clase estaba compuesta por chicas y chicos, pero la voz cantante de las chicas se llamaba Sandra, y era capaz de hacer cualquier cosa con tal de conseguir buenas notas.
Un par de días antes de San Valentín, los profesores y la dirección del instituto, acordaron poner un buzón, hecho de cartón en el hall del instituto, para introducir cartas, no sin antes poner el nombre del destinatario. En los descansos entre clases y recreos, estaban repletas de alumnos las barandillas de las dos plantas del instituto, pues en ellas, se veía bien quién echaría una carta en el buzón. La reacción de los que contemplaban todo esto era silbar. Dichas cartas, serían repartidas el mismo catorce de febrero en el aula que correspondiera al destinatario.
Sandra y las demás seguidoras de Luis, tuvieron la idea de escribirle una carta en la que cada una llevase pintalabios, estampase su beso en un folio escrito, y debajo de la señal de carmín, indicaba el nombre de la alumna de la que procedía. Una de ellas me llamó para que participara, y mi respuesta fue un no rotundo. No lo esperaba, insistió, pero no accedí.
Días más tarde, cuando en el horario tocaba clase con Luis, agradeció a las chicas que le enviaron la carta, aunque bien se dio cuenta de que Margarita y yo, no habíamos contribuido. A partir de ahí pensaba que Luis me tenía manía, pues si antes obtenía notables en Contabilidad, a partir de lo ocurrido desde entonces, me ponía un cinco. Siempre pedía una revisión de examen y en una de ellas me dijo si no me daba vergüenza aprobar por los pelos. Por lo menos reconocía el error en la corrección y alcanzaba notas cercanas al siete.


Todo esto fue lo que pensé hasta que él dijo “¡Yo!”, pues era su turno. Le observ
é brevemente y bien pudiera estar cercano a los cincuenta años de edad, algo más de barba y barriga (a comienzos de los años noventa estaba plano). Mientras era su turno, se acercaba a mí y se alejaba un poco, hasta que llegó mi turno y se marchó. Cuando la pescadera me atendió, fui en busca de la vitrina donde estaban los quesos y pude ver de reojo que pasó dos veces por mi lado. Qué pesado, pensé. Menos mal que no coincidimos en la caja porque hay dos situadas en diferentes lugares.

Al terminar el chico de la caja en pasar todas las cosas por la cinta y yo estaba a punto de pagar la cuenta, me dijo:
_¿Quiere una tarta con forma de corazón para el día de San Valentín?
_ Entiendo que usted tenga que venderla, pero no creo en ese día.

Que conste que respeto a los que lo celebren hoy y desde hace muchos años. Y además, ¿qué hago con una tarta si en casa tenemos dulces que a veces, de no comerlos todos, se ponen duros?


15 comentarios:

mariajesusparadela dijo...

Yo tenía ayer la cara del señor del chiste y su misma expresión (la colocación del cuerpo, no, porque trabajé tanto todo el día, que ni siquiera podía ponerme derecha).

Esteban dijo...

No creo que te bajara la nota por no mandarle una carta por san Valentín. Yo recuerdo a una maestra de ingles que tube en 6 de EGB, nos tenia a todos los niños envovaditos!!!

Yuria dijo...

Aparte de la historia de tus años de insti, creo que el final del post es muy realista. Es para mi sorprendente pero creo que llevas razón, "No creo en San Valentín".

Nos encanta en nuestra sociedad idealizar el amor. Queremos ver una etapa de enamoramiento que no cesa,... Y el amor va evolucionando, tal vez creciendo si sabemos.

Un beso,
y, (visítame).

Ana dijo...

Preciosa...Paso a desearte un feliz domingo...Yo, a pesar de mi post de hoy, no creo en este día, porque todos y cada uno de nuestros días deberían ser el día del amoer.

Un besazo guapa.

Unknown dijo...

Que gracia me ha hecho tu historia.
En mi instituto también ponían el buzón del amor, y a mi me daba muchísima vergüenza el día 14 cuando repartían las cartas y me daban las mías. Una vez falté ese día y fue peor recibirlas el 15 y a ti sola, por lo menos el 14 compartes la vergüenza con tus amigas.
Besitos.
Feliz Día.

Sauze dijo...

me trajo recuerdos del instituto cuando una se quedaba embobada en las clases si algún profesor te molaba, a quien no le ha ocurrido?

un beso, tejedora

RAMPY dijo...

Yo tampoco creo en San Valentín, es un invento comercial, además de que se puede celebrar SAN Valentín todos los días sin necesidad de tener que llegar al día en el que todo está mucho más caro.
Un beso.

Alvaro dijo...

a mi tambien me ha recordado mis tiempos jovenes. Un fuerte abrazo

José Luis López Recio dijo...

El día en que el Corte Inglés se forra.
Un abrazo, bonita historia.

Rosa Cáceres dijo...

Jajajaja qué cosas cuentas...y los monigotes de Forges...ya pá qué decir.
En realidad a mí sí me gusta la historia del bondadoso obispo que casaba a las parejitas de cristianos en las catacumbas.
Me enternece alguien que mira con ternura a los enamorados.
Lo de las cartas se sigue haciendo en los Institutos, el buzón lo ponen en conserjería. Menos mal que este año como san valentín ha caído en domingo, no he tenido que pasar las clases con la tontuna consiguiente, porque al ser la de Lengua, siempre se las apañan para leerlas en mis clases jajaja
Perlica ¿te ha llegado el libro?

Yopopolin dijo...

El mitico buzon del insti, para las cartas de San valentin!!!! Creo que todos hemos pasado por eso... jeje

un beso!

tejedora dijo...

María Jesús: has pasado unos días regular, ¿no? Desde el pasado domingo a hoy han pasado unos días, así que espero estés recuperada.
Besos.

Esteban: Creo que pensaría que quizás iba a colaborar en la carta, pero como has leído no lo hice y pensaba que había algo de manía. En aquellos tiempos era el típico hombre que pensaba le iba a gustar a todas las alumnas, e inclusive tonteaba con algunas, pero por ahí no paso.
Respecto a la profesora de inglés, ¿ves que esas cosas no se olvidan? Jajaj.
Besos.

Yuria: Ya ves, el chico que estaba en la caja con toda su buena intención y para qué quiero la tarta, aparte de que no me va el día de San Valentín.
Es quizás, lo que se piensa cuando una está en la época del instituto. Y no se ve ese término del amor que aludes.
Te visitaré (ayer lo hice).
Un beso.

Ana: Linda. Pues estoy conforme con lo que dices. No solamente ese día, sino todos.
Un beso.

Piluka: Te entiendo. En los años que estuve en el instituto, no faltó el buzón por esas fechas. Me ocurriría lo mismo que tú si tuviera que leerla al día siguiente. A mí me llegaba el mismo día, y también estaban los compañeros de clase preguntado quién y qué me había escrito.
Besos.

Sauze: Jajaj sí, y encima si tenías que disimular para que él no se diera cuenta.
Un beso.

Rampy: En toda regla. Es lo mismo que le comenté a Ana. Hay muchos días para decir “Te quiero”.
Un beso.

Álvaro: Ya veo que a muchos os ha recordado lo escrito.
Un fortísimo abrazo.

José Luis: De El Corte Inglés viene todo, como bien dices.
Me alegra que te haya gustado.
Besos.

Rosa: Lo de Forges me pareció apropiado, me reí inclusive al verlo.
Mi profesora de Literatura, también me comentó lo del obispo, y me daba algo de repelús que lo hiciera en las catacumbas.
Te creo en lo del buzón, ¡qué me va a decir una profesora, si lo ve todos los años! Jajaja. Este año ha habido un respiro con lo de las cartas, entonces.
Estoy muy contenta con tu libro.
Besos, guapísima.

tejedora dijo...

Yopopolin: Todos los años, días antes, raro es quien no se acordaba del buzón y las cartas.
Besos.

Manel Aljama dijo...

Una historia que evoca esos amores adolescentes y ese desencuentro que trae el paso de los años. En primera persona y vivido, haces que la historia sea válida (que lo es) para muchas otras a las que le haya sucedido lo mismo.

Le has puesto un final muy real y triste, alejado de los cuentos de hadas, en los que supongo hace tiempo que no cress, como San Valentín.

En mi caso el final no es triste ni tampoco feliz, más bien distinto. Mantengo cierto contacto con aquellas chicas a las que yo pretendí en el pasado y de las que sufrí el rechazo. Las conversaciones giran en torno a ver quién tiene el niño más sano o más inteligente.

Me ha gustado el texto.

Angel dijo...

Hola, el día 23 de febrero ppdo, comencé la aventura de publicar un blog en el que recogeré los relatos que me provoquen el deseo de compartirlo con mis amigos.
He leído tu relato y me ha gustado, lo voy a poner en mi blog, al que desde aquí te invito a entrar y /o participar, si es tu deseo.
Será un placer tenerte en el blog en esta y otras ocasiones. Gracias.