29 de junio de 2009

Dos

Finalizó, aunque no del todo. Aún quedan días de estudio, pero me tomo un breve descanso, porque después he de comenzar nuevamente para otras oposiciones.

Los días anteriores los calificaría de nervios e inquietud. En la entrada anterior a ésta, ya me encontraba así.

El examen fue variado en cuanto a contenido, mezcladas preguntas fáciles, difíciles y pocas de dudosa respuesta. No me gusta precipitarme para valorar si creo haber aprobado o no, ni hacer más de lo que hice, y como el resto de los que estuvimos en la prueba, esperaré a que llegue el resultado. Tampoco me proporcionó desánimo pero sí un alivio.

Además, no es porque se acercase el día del examen, pero iba acumulando horas de sueño perdidas.
La pasada noche he dormido plácidamente; quería aprovechar la frescura del ambiente exterior hasta que comiencen a subir las temperaturas, así que dejé la ventana abierta.
El amanecer se mezcló con el cantar de pájaros y un suave y agudo acorde de un violín, cuyas notas pertenecían a un fragmento de una sinfonía bastante familiar. Seguí con los ojos cerrados e imaginaba numerosas escenas que acompañaban a tales sonidos, la mayoría de ellas emotivas. Más tarde, los pájaros seguían cantando, el violín cesó. Quizás el propietario lo guardase en su funda correspondiente, hasta la próxima vez.


9 de junio de 2009

Un paréntesis


Necesito un descanso, por el momento no va a ser posible. Algunos sabéis que preparo oposiciones y a final de este mes me examino. Será uno de los tantos que habrá, pues he presentado varias instancias.

Noto que apenas da tiempo a pasarme por vuestros blogs. Tampoco estoy agobiada con el examen -cumplo con lo que me organizo para el día a día- pero sí nerviosa. No quiero dejar nada para última hora.

Para este examen es difícil conseguir plaza. Intentaré lograr un buen puesto en la bolsa de trabajo.

Seguiré acordándome de vosotros y en cuanto finalice me veréis de nuevo por aquí.

Aporto el toque humorístico con unas viñetas de Forges y Euler:





2 de junio de 2009

Coco Chanel, genio y figura


No se cumple ningún aniversario especial, pero el mito de Coco Chanel es objeto de deseo del cine. Tres películas se estrenarán en los próximos meses sobre la figura de Gabrielle Chanel, considerada la gran revolucionaria de la moda del siglo XX, que fue amante de algunos de los hombres más poderosos de su tiempo y que supo construir un verdadero imperio del lujo. Uno de estos filmes, que llevará por título Coco antes de Chanel, lo protagoniza Audrey Tautou, a quien la gente recuerda sobre todo por el ingenuo personaje de Amélie, quien ha declarado que en la película ha querido demostrar que, tras la elegancia y la compostura de Coco, se escondía una mujer furiosa, encolerizada como resultado de un caos interior difícil de gestionar: “Tenía ganas de vivir, pero no sabía cómo”.

La leyenda de Coco Chanel arranca en el momento de su nacimiento en un hospital de pobres de Saumur. Era la segunda hija ilegítima de una pareja de vendedores ambulantes, y aunque sus padres acabaron casándose, la familia se descompuso cuando ella tenía seis años, al morir su madre, y ella fue a parar a un orfanato en la Auvernia. Una tía paterna la rescató con 20 años, le enseñó a coser y juntas se dedicaron a reformar por unos pocos francos el guardarropa de sus vecinas. Como aquello sólo daba para malvivir, intentaron ganarse el sustento en Vichy como cantantes de sus numerosos cafés. Su tía pronto vio que aquello no era lo suyo, pero Gabrielle, a quien el público empezó a llamar Coco, porque este nombre aparecía en el estribillo de una de sus canciones, persistió, hasta que un joven soldado se encaprichó de ella. Étienne Balsan era rico y acababa de adquirir una villa campestre donde criaba caballos. Durante seis años vivió allí ociosamente aprendiendo a montar a caballo y a matar las tardes compartiendo el té con emperifolladas damas. Sus aparatosas pamelas animaron a Coco a diseñar sombreros de paja simples, pero elegantes, para sus amigas. Ella pidió a Étienne que le financiase una sombrerería. Él se negó pero le cedió un apartamento en París para intentar que se distrajera de sus devaneos modistiles. Un jugador de polo, empresario avispado y mujeriego empedernido, al que llamaban Boy, decidió ayudarla y le alquiló una tienda en la Rue Cambon de París, que rotuló como Chanel Modes.
Coco Chanel iba a liberar a la mujer de sus apelmazados vestidos cambiándolos por camisas, jerséis abiertos, faldas rectas hasta los tobillos, chaquetas anchas…
Supo ser la mejor publicista de su marca. Ella solía afirmar que nunca habría creado un vestido que no fuera capaz de llevar. La relación con Boy pasó de lo comercial a lo personal, cuando finalmente murió en 1918 en un accidente de coche. Coco le homenajeó con un vestido negro que se convirtió en uno de sus grandes éxitos, aunque había nacido para mostrar su luto al mundo.
El pintor Josep María Sert y su esposa Misia fueron entonces su refugio y la presentaron no sólo a la alta sociedad sino también al mundo intelectual. Picasso, y sobre todo Stravinski, fueron amantes suyos. Y más tarde, el duque de Westminster.


Chanel tuvo la habilidad de darse cuenta de que con la crisis económica de 1929 las cosas tardarían en volver a la normalidad, así que supo crear un discurso para los tiempos de crisis. “Parecer rico se consideraba de mal gusto”, diría más tarde, así que puso de moda unos vestidos más discretos e incluso las joyas falsas.
Ahora que la industria del lujo intenta reinventarse, estaría bien que leyesen a Coco. De momento tres películas van a recuperar su esplendor y sus sombras.

Texto: Marius Carol