27 de febrero de 2009

Fátima, la hilandera


En una ciudad del más lejano Oriente vivía una joven llamada Fátima, la hija preferida de un próspero hilandero. Un día, su padre le dijo:
-Hija, has aprendido el oficio y te has convertido en mi ayudante. Quiero que vengas conmigo a una travesía, pues tengo negocios que hacer en las islas del Mediterráneo. Tal vez encuentres un joven atractivo, de buena posición, al cual podrás tomar por esposo.

Se pusieron en camino y viajaron de isla en isla, el padre haciendo sus negocios y Fátima soñando con el esposo que pronto podría ser suyo. Pero un día, cuando estaban camino de Creta, se levantó una tormenta y el barco naufragó. Fátima, semiconsciente, fue arrojada a una playa cercana a la ciudad de Alejandría. Su padre había muerto, dejándola completamente desamparada.
A partir de entonces, su vida pasada le pareció un tenue recuerdo lejano. Estaba completamente exhausta por la experiencia del naufragio, por tantas horas expuesta a las inclemencias del mar… Mientras vagaba por la arena, una familia de tejedores la encontró y, aunque eran muy pobres, la llevaron a su humilde casa y le enseñaron el oficio. De esta sencilla manera, Fátima inició una segunda vida y, al cabo de uno o dos años, habiéndose reconciliado con su suerte, recobró su felicidad.
Pero una mañana, estando en la playa, una banda de mercaderes de esclavos desembarcó y se la llevó junto con otros cautivos. Pese a lamentarse amargamente de su suerte, la muchacha no encontró ninguna compasión por parte de ellos, quienes la llevaron a Estambul y la vendieron como esclava. Por segunda vez, el mundo se había derrumbado.

Uno de aquellos días, sin embargo, apareció en el mercado un hombre que buscaba esclavos para trabajar en su aserradero, donde fabricaba mástiles para barcos. Cuando el mercader vio el abatimiento de la infortunada Fátima, decidió comprarla, pensando que podría ofrecerle una vida un poco mejor que la que habría de recibir de cualquier otro comprador.
Llevó a Fátima a su hogar con la intención de hacer de ella una sirvienta para su esposa, pero, al llegar a su casa, se enteró de que había perdido todo su dinero, pues su cargamento más importante había sido capturado y robado por unos piratas. Comprendió que ya no podría afrontar los gastos que le ocasionaba tener tantos trabajadores, de modo que él, Fátima y su mujer quedaron solos para llevar a cabo la pesada tarea de fabricar mástiles.
Fátima, agradecida a su empleado por haberla rescatado, trabajó tan duramente y tan bien que tiempo después él le dio la libertad. Gracias a su esmero, ella llegó a ser su ayudante de confianza. Fue así como logró ser relativamente feliz en su tercer oficio.
Un buen día el mercader le dijo:
-Fátima, necesito que vayas a Java con un cargamento de mástiles. Asegúrate de venderlos con provecho.
La muchacha se pues en camino, pero al pasar frente a las costas de China, un tifón hizo naufragar la embarcación y, una vez más, salvó milagrosamente su vida mientras era arrojada a las playas de un país desconocido. Otra vez lloró amargamente, pues sentía que en su vida nada sucedía de acuerdo a sus expectativas. Siempre que las cosas parecían andar bien, algo espantoso ocurría malogrando todas sus esperanzas.
-¿Por qué será –exclamó Fátima por tercera vez- que siempre que intento hacer algo se malogra? ¿Por qué tienen que ocurrirme tantas desgracias?
Pero no hubo respuesta, de manera que se levantó de la arena y caminó tierra adentro.

En China nadie había oído hablar jamás de Fátima, ni existía persona que supiera acerca de sus problemas. Sin embargo, en uno de aquellos reinos existía la leyenda de que un día llegaría allí cierta hermosa mujer extranjera, capaz de enseñar a construir enormes tiendas para sus ejércitos, un arte por entonces muy codiciado.
A fin de estar seguros de que la esperada extranjera no pasara inadvertida si un día pisaba aquel suelo, el rey solía mandar heraldos a todas las ciudades y aldeas, pidiendo que cada mujer extranjera fuera llevada a la Corte. Fue precisamente en una de esas ocasiones cuando Fátima, agotada, llegó a una ciudad costera de China. La gente del lugar habló con ella por medio de un intérprete, explicándole que tendría que presentarse ante el rey.
-Señora –dijo el rey cuando Fátima fue llevada al castillo-, ¿sabéis fabricar una tienda capaz de resistir los embates de las campañas de mis ejércitos?
-Creo que sí –respondió Fátima.
Muy pronto, habiendo comprobado la mala calidad de las sogas que poseían, recurrió a los conocimientos de sus tiempos de hilandera, recogió lino y fabricó las cuerdas. Luego pidió una tela fuerte, y también la juzgó inadecuada para el uso. Entonces, utilizando su experiencia con los tejedores de Alejandría, fabricó una tela resistente para hacer tiendas. Más tarde, como había sido enseñada por el fabricante de mástiles, de Estambul, hábilmente confeccionó unos sólidos parantes. Al quedar estos listos, se devanó los sesos recordando todas las tiendas que había visto en sus viajes, y he aquí que la tienda fue construida.
Cuando esta maravilla fue mostrada al rey, él le ofreció dar cabal cumplimiento a cualquier deseo que ella expresara. Fátima eligió entonces establecerse en China, donde se casó con un atractivo príncipe y rodeada por sus hijos vivió hasta el final de sus días.
Fue a través de estas aventuras como Fátima comprendió que aquello que le había parecido, en su momento, una experiencia desagradable, resultó ser parte esencial en la elaboración de su felicidad final.

Extraído del libro Todo (no) terminó, de Silvia Salinas.

“Este cuento nos habla de la esperanza y muestra la posibilidad de un final feliz si sabemos aceptar las dificultades. Muchas veces ese final no llega y creemos que es por lo que nos ha tocado vivir. Pero no suele ser por eso sino porque quedamos estancados en la pelea con lo que nos ha sucedido. Si logramos confiar, seguiremos en el camino y descubriremos que la felicidad final está hecha, sin excepción, de todas las enseñanzas que hemos ido recolectando.”

24 de febrero de 2009

Sintiéndo TE




Un baúl que se cierra y se abre. Ambos poseen las llaves del mismo, lo abren cada día, durante unas horas. ¿Qué guarda con olor a madera recién elaborado? Los sentimientos de dos personas que se aman.

Necesito verte, porque te quiero. Das vida a todo lo que me rodea, incluso mi corazón se detiene cada noche, en esos momentos en que nos deseamos. No hay nada que no podamos hacer, porque si te tengo no necesito nada más. Eres único… solo tú, porque al besarme y abrazarme me haces enamorar.

Cada mañana, cada noche, cada día te pienso, porque estás dentro de mí.
Con tu continuación, eres fuerte ante la vida y tienes un corazón tan dulce que llegarás muy lejos.
Eres un luchador de sueños, siempre los mantienes en lo más alto, y al no conformarte, deseas ir más allá de lo que ambos podemos imaginar.

TE siento en cada palabra, detalle, silencio… TE siento porque te has apoderado de un pedacito de mi corazón.

18 de febrero de 2009

Esa frase...



"Pienso siempre en ti, niña, pero ¿por qué cada vez que lo hago te imagino junto a La Giralda?"

15 de febrero de 2009

El ardor de la sangre


Todo ocurre en una tranquila villa de provincia francesa, a principios de los años treinta. Silvio, el narrador, ha dilapidado su fortuna recorriendo mundo. A los sesenta años, sin mujer ni hijos, sólo le queda esperar la muerte mientras se dedica a observar la comedia humana en este rincón de Francia donde, aparentemente, nunca sucede nada. Un día, sin embargo, una muerte trágica quiebra la placidez de esa sociedad cerrada y hierática. A partir de allí, emergen uno tras otro los secretos del pasado, hechos ocultados cuidadosamente que demuestran cómo la pasión juvenil, ese ardor de la sangre, puede trastornar el curso de la vida.

Entroncado con la segunda mitad del siglo XIX, se desarrolla una luminosa y espléndida narrativa que - con las mágicas palabras de inolvidables escritores y poetas- surge de una emblemática situación tan dolorosa y realista provocada por la Gran Guerra que asoló Europa en la primera mitad de aquel siglo. Y así tuvo lugar un arte sin paralelo. Una literatura profunda de amplio sentido costumbrista y fuertemente descriptiva ahonda en las profundidades de los seres que, sin saberlo, se preguntan a donde les conduce un desconocido camino que ellos siguen absortos, sin preguntas, obedientes al fulgor que iluminando sus mentes cubría de pasiones un mundo interrogante.
Es una llamada estremecedora al sentido estético, al romanticismo oculto, a una sensibilidad imperecedera. En lo más profundo de los recuerdos de Neomirosky palpita la historia de una familia que reclama su derecho a amarse, a recordar el pasado, a sentir como aún palpita estremecido el corazón, las bellas imágenes del molino, del jardín oculto y del agua deslizante.
Con un lenguaje apacible que tiene mucho que ver con el ensueño, se suceden las separaciones, los adioses que un día sonarán a inolvidables cuando ya los verdes jardines cedan su lugar a los nítidos recuerdos. Ellos, los que aun se resisten a las blancas brumas del olvido, volverán a encontrarse, volverán a quererse.

13 de febrero de 2009

La boca


Boca que arrastra mi boca:

boca que me has arrastrado:

boca que vienes de lejos

a iluminarme de rayos.


Alba que das a mis noches

un resplandor rojo y blanco.

Boca poblada de bocas:

pájaro lleno de pájaros.

Canción que vuelve las alas

hacia arriba y hacia abajo.

Muerte reducida a besos,

a sed de morir despacio,

das a la grama sangrante

dos fúlgidos aletazos.

El labio de arriba el cielo

y la tierra el otro labio.



Beso que rueda en la sombra:

beso que viene rodando

desde el primer cementerio

hasta los últimos astros.

Astro que tiene tu boca

enmudecido y cerrado

hasta que un roce celeste

hace que vibren sus párpados.


Beso que va a un porvenir

de muchachas y muchachos,

que no dejarán desiertos

ni las calles ni los campos.


¡Cuánta boca enterrada,

sin boca, desenterramos!


Beso en tu boca por ellos,

brindo en tu boca por tantos

que cayeron sobre el vino

de los amorosos vasos.

Hoy son recuerdos, recuerdos,

besos distantes y amargos.


Hundo en tu boca mi vida,

oigo rumores de espacios,

y el infinito parece

que sobre mí se ha volcado.


He de volverte a besar,

he de volver, hundo, caigo,

mientras descienden los siglos

hacia los hondos barrancos

como una febril nevada

de besos y enamorados.


Boca que desenterraste

el amanecer más claro

con tu lengua. Tres palabras,

tres fuegos has heredado:

vida, muerte, amor. Ahí quedan

escritos sobre tus labios.


Miguel Hernández


Dedicada a ti, amigo, que me lees. Me la enviaste por correo y sabes que la tendré presente.

8 de febrero de 2009

No quiero olvidar...


Cuando una puerta se cierra, otra se abre.